Horrible

Esta consigna no me gusto, pero ni un poco. Pero el relato que produje... por favor, creo que ganaría cualquier concurso que premie la peor producción literaria. Es forzado, no tiene mucho sentido y es de una lectura HORRIBLE.

En fin, si tiene muchas, muchísimas cosas para corregir. Pero probablemente muera en el arcón de las cosas que odio. Ah re.

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Día 4

Para la consigna que hoy propone Sol Dellepiane, licenciada en Letras, elijan cinco libros de su biblioteca: escriban los títulos y los motivos por los que los eligieron. Quédense con uno solo. Escriban un texto que sea la intersección de la trama de ese libro y la historia de cómo ese libro impactó en ustedes, construyan una trama que tenga que ver con ustedes.


(3333)

Si, eso es sangre tiñendo su camisa. ¿Cómo fue que llegó a este lugar? ¿Es necesario que a los 60 años esté renegando con lúmpenes? ¿Quién lo mandó a ser investigador privado, meterse con amantes despechados, ladrones de poca monta y asesinos por encargo?

Podría haberse retirado tranquilo, podría no haberse divorciado y podría haber disfrutado de sus nietos. ¿Me pregunto si sabe que tiene nietos?

Una carrera sin problemas en la policía, destacada me atrevo a decir, era más que suficiente… pero no… él quería ser el Philip Marlowe Argentino, la versión criolla de lo que imaginó Raymond Chandler. Pero este capítulo no estaba en los planes.

Creciendo nunca tuvo mucho interés por los libros. Lo suyo eran los cómics, con historias o dibujos simples. Llegó a ese mundillo por las Patoruzú que su papá le compraba. Con los comics era fácil ubicarse en esos mundos. Imaginar que ayudaba a Patoruzú e indignarse con Isidorito, asistir a la Escuela de Xavier para Jóvenes Dotados, e incluso resolver algún crimen a la par de Batman,eran los escapes comunes de la imaginación.

La lectora de libros en el hogar era su mamá. Ella se acurrucaba en el sillón, envuelta en alguna colcha y tomando mate, y disfrutaba algo que era imposible de entender para él. Nunca le llegaron a interesar esas novelas históricas de una época que no entendía y de lugares que no conocía.

La escuela, en los primeros años tampoco ayudó mucho. El primer libro que recuerda haber leído fue “El poema del Mio Cid”. Obviamente, la lectura fue obligada por la Señorita Mariela de sexto. Lo leyó, como los otros libros o poemas que le obligaron a leer en esos años, pero no hubo nunca una pizca de disfrute. Solo el cumplimiento de la obligación a los simples efectos de aprobar la materia y pasar de grado.

Por su puesto, esto cambió. De lo contrario, no estaríamos escribiendo estas palabras. Ya en la secundaria se encontró con “Rosaura a las diez”. Novela justa, en el momento justo. Inmediatamente quedó atrapado. Encontró en todos esos personajes algo que no había visto, o mejor dicho leído, hasta ese momento en la literatura: las ganas de leerse a sí mismo en esas páginas. En ese momento fue la primera novela policial que llegó a sus manos, y fue la que lo llevó a ese mundo de detectives, policías buenos o corruptos, asesinatos inexplicables y resoluciones satisfactorias.

Pero también le dejó una enseñanza que que se hizo evidente en este momento. Con Rosaura aprendió que las historias de los cómics eran demasiado simples. Una sola visión, una sola explicación, una sola resolución.

La realidad es mucho más compleja y mucho más sucia. Cada persona que interviene en cada una de las historias tiene su propia visión de los hechos, su propia explicación y sus propios motivos ocultos.

Así como en los protagonistas de Rosaura, comenzó a ver realmente a las personas que estaban a su alrededor, todos diferentes. Muchas veces viviendo las mismas experiencias pero todos viviendolas a su propia manera, explicandolas a su propia manera. Y claro, no siempre contando todo lo que tienen que contar.

En este momento en que está sufriendo sus últimos momentos de vida, que está sufriendo dolores en el pecho sin saber si son producto de las balas o de los golpes, se hizo evidente esa lección que aprendió con Rosaura: los testigos se equivocan, y a veces adrede.


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